Resumo | La división entre tierras bajas y tierras altas sudamericanas es una de las categorías más antiguas de la antropología en general y de la etnohistoria en particular. Lejos ya del determinismo ambiental, se trata de un constructo académico que, basándose en rasgos geográfico-sociales empíricamente comprobables, expresa la necesidad de hacer inteligible por oposición determinadas formas sociales. Esto se logra por la puesta en relación de elementos característicos, políticos, económicos y simbólicos.
La división visibiliza, además, una puja del campo académico por la disponibilidad del corpus (p.e documentos de archivo y restos arqueológicos), el acceso a los recursos materiales (p.e. financiamiento) y de prestigio (p.e. reconocimiento), conformada por especialistas, grupos de estudio, escuelas y disciplinas; la cual lleva -en ocasiones- a nacionalismos metodológicos funcionales a proyectos estatales.
Pese a las críticas de binarismo reduccionista, y aunque en la práctica se han ido perfilando subáreas geográficas con especializaciones profesionales, la separación entre tierras “altas y bajas” sigue operativa. Por lo tanto, más que intentar eliminar etiquetas firmemente arraigadas, es mejor complejizarlas sumando subtexto y nuevas interpretaciones.
Los análisis a partir de las fuentes etnográficas, arqueológicas y documentales hacen palpable en la mirada diacrónica la mutua incidencia entre ambos escenarios a través de la comunicación, el tránsito de las personas y su acervo material e inmaterial. Los avances en estudios de frontera han colaborado para complejizar la relación entre ámbitos que ya no podemos considerar como entes separados. En este contexto, pensar en igualdades, gradaciones, diferencias y complementaciones sigue siendo preciso.
Invitamos a participar a quienes, a través de reflexiones teórico-metodológicas, estudios de caso y comparados, entre otros, realicen aportes a la relación entre estas áreas durante el período colonial y republicano temprano.
|
---|