Resumo | Durante la Guerra Fría, la carrera espacial entre Estados Unidos y la URSS –siempre atada a la industria y el dominio militar- formó parte de la pugna entre ambas potencias.
Tras la caída de la URSS en 1991, la corrida por dominar el espacio no concluyó, incorporándose nuevos países y agencias como la China National Space Administration (CNSA) en 2003. Sin embargo, EEUU y Rusia continuaron protagonizado avances en materia espacial hasta algunos años cuando, junto con el ascenso de China como potencia mundial, comenzamos a visualizar los progresos y disputas del país asiático en el ámbito aeroespacial. A modo de ejemplo, podemos mencionar el envío de un explorador lunar para estudiar la cara oculta de la Luna o de una sonda espacial a Marte.
Igualmente, observamos que como parte de esta nueva corrida espacial Donald Trump ordenó al Pentágono la creación de una “fuerza espacial”, prometiendo el dominio de EEUU en la exploración de la Luna y Marte, y de una eventual guerra por el espacio.
La disputa interimperialista y la carrera espacial no se limitan solo a las potencias, sino que involucran a terceros países. Así, en 2014, se firmó un Acuerdo de Cooperación entre China y Argentina, que incluía la construcción de una estación espacial en Bajada del Agrio (provincia de Neuquén). A este acuerdo, se sumó, en 2016, la firma del Protocolo Adicional al Acuerdo de Cooperación sobre la construcción de esa estación y su puesta en marcha en 2017.
La firma de estos acuerdos no es menor ya que además del carácter científico que presentan, tiene implicancias estratégicas como la instalación de una base de observación espacial dependiente del ejército chino (Laufer, 2020).
En síntesis, en este trabajo nos proponemos indagar sobre la disputa entre las principales potencias en torno a la carrera espacial y su impacto en los países dependientes, enfatizando en los acuerdos en materia de cooperación aeroespacial entre China en Argentina.
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