Resumo | La historiografía privilegia en sus análisis de las guerras a los conductores de los ejércitos, la descripción de la victoria y la violencia de las batallas. Esa mirada contiene otro tipo de violencia: la del olvido que aplican los ganadores a aquellos actores que omiten dentro de sus relatos. Este es el caso de las rabonas: mujeres que intervinieron en la Guerra del Pacífico (1879-1883) que enfrentó a Chile con Bolivia y Perú, de quienes nos ocuparemos en este trabajo.
Desde aquí, pondremos en cuestión la falta de visibilidad que padecieron estas mujeres, heroínas ocultas de su tiempo, de quienes no quedaron registros oficiales en los partes de guerra, razón por la cual resulta muy difícil mensurar su magnitud, dado que apenas contamos con grabados que dan cuenta de su presencia.
Las rabonas acompañaban a sus parejas al campo de batalla, se colocaban al final de la marcha y eran fundamentales para el sostenimiento de la tropa: cumplían la doble función de evitar la deserción y de dar sustento alimenticio.
Mestizas en su mayoría y de habla quichua o aymara, estas mujeres cargaban víveres, ollas e hijos, llevaban el pertrecho de los soldados, curaban sus heridas, los enterraban o ellas mismas morían en el campo de batalla. El trato humillante al que fueron sometidas no terminó en el escenario de la guerra, sino en el retorno a su tierra, tras quedar viudas en su mayoría después de la derrota, sólo recibieron miserables sumas en recompensa.
El rol desempeñado por las mujeres solo se registra el que cumplían en las Ambulancias del Ejército las voluntarias de la Cruz Roja, como Andrea Rioja, quien recibió un reconocimiento de Hernando Siles en 1930 como “Mujer meritoria de la Guerra del Pacífico”, aun así no recibió ningún resarcimiento económico por ello.
Nuestra intención es reflejar su protagonismo y sacrificio, rescatarlas del olvido y problematizar su integración en las páginas de la historia boliviana y latinoamericana.
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